Ocho de cada cien personas en la UE no pueden permitirse una alimentación adecuada, según datos de 2022, compartidos por Eurostat. El 8,3% de la población de la UE no puede permitirse una alimentación que contenga carne, pescado o un equivalente vegetariano cada dos días, lo que supone un punto porcentual más que en 2021 (7,3%). Y en lo que respecta al porcentaje de personas en riesgo de pobreza, fue 2,2 puntos porcentuales más que en 2021, 19,7% frente a 17,5%.
Se trata de una situación preocupante y varía bastante entre los distintos países de la UE. El mayor porcentaje de personas en riesgo de pobreza que no pueden permitirse una alimentación adecuada se registró en Bulgaria (44,6%), seguida de Rumanía (43,0%) y Eslovaquia (40,5%). Por otro lado, el porcentaje más bajo se registró en Irlanda (5,0%), seguida de Luxemburgo (5,1%) y Chipre (5,6%).
A la luz de esta preocupante situación en Europa, una región considerada entre las más desarrolladas parece bastante ilógico que la idea de imponer impuestos a la carne y a los productos lácteos para desalentar la compra de alimentos de origen animal frente a otros tipos de alimentos, como las legumbres y hortalizas que ganarían mucho terreno
La capacidad de permitirse una alimentación de carne, pollo, pescado o equivalente vegetariano cada dos días es uno de los elementos observados a nivel de los hogares para calcular la tasa de privación material y social severa, que es uno de los principales indicadores del Pilar Europeo de Derecho de Ayuda Social. La capacidad de permitirse una alimentación adecuada también forma parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). El segundo objetivo, “Hambre cero” (ODS2), busca expresamente erradicar el hambre y todas las formas de malnutrición garantizando al mismo tiempo el acceso a alimentos seguros, nutritivos y adecuados.
A la luz de esta preocupante situación en Europa, una región considerada entre las más desarrolladas parece bastante ilógico que la idea de imponer impuestos a la carne y a los productos lácteos para desalentar la compra de alimentos de origen animal frente a otros tipos de alimentos, como las legumbres y hortalizas que ganarían mucho terreno.
Un impuesto a la carne amenazaría la ingesta adecuada de nutrientes, empeorando la situación. Además, aquellos con mayores ingresos probablemente seguirían consumiendo las mismas cantidades de carne, mientras que los menos afortunados se verían aún más privados de ella o comprarían alimentos de menor calidad, aumentando la desigualdad social
En el deseo de abordar las preocupaciones ambientales, no se debe olvidar que la carne y los alimentos de origen animal son fuentes irremplazables de nutrientes esenciales que a menudo faltan o no están disponibles en los alimentos de origen vegetal. Garantizar una producción sostenible es, por supuesto, importante, pero impulsar soluciones tan simplistas que prohibirían aún más a ciertas poblaciones acceder a una dieta adecuada simplemente no tiene sentido.
Un impuesto a la carne amenazaría la ingesta adecuada de nutrientes, empeorando la situación. Además, aquellos con mayores ingresos probablemente seguirían consumiendo las mismas cantidades de carne, mientras que los menos afortunados se verían aún más privados de ella o comprarían alimentos de menor calidad, aumentando la desigualdad social. Garantizar la asequibilidad constante de las carnes, el pollo y el pescado de buena calidad es esencial para que las personas puedan elegir dietas saludables y completas.